lunes, 5 de septiembre de 2011

Como amigos de Cristo en la sociedad y en la Iglesia

La vigilia de oración en la gran explanada del aeródromo de Cuatro Vientos


En el aeródromo de Cuatro Vientos de Madrid tuvo lugar el sábado 20 de agosto, al caer la tarde, la vigilia de oración de la JMJ con el Papa. Una inmensa multitud de jóvenes felices -cerca de dos millones- le esperaba desde horas antes, primero desafiando el intenso calor; después, la fuerte tormenta en plena celebración, que había iniciado con la procesión de la cruz, portada por jóvenes de los cinco continentes. Tras la liturgia de la Palabra, las ráfagas de viento e intensa lluvia impidieron al Papa durante veinte minutos pronunciar su homilía -cuyo texto íntegro ofrecemos en estas páginas-. A pesar de que le aconsejaban que se retirara, prefirió estar junto a los jóvenes. "Si ellos permanecen, me quedo también yo", susurró Benedicto XVI a sus colaboradores. "Gracias por vuestra alegría y resistencia. Vuestra fuerza es mayor que la lluvia", dijo a la multitud, suscitando una explosión de júbilo. La vigilia culminó con la exposición y adoración del Santísimo Sacramento, custodiado en el magnífico ostensorio de la catedral de Toledo realizado por encargo del cardenal Cisneros en el siglo XVI. El Papa consagró a los jóvenes al Sagrado Corazón de Jesús, y al final impartió la bendición eucarística. Se entonó entonces el himno "Cantemos al Amor de los amores", compuesto con ocasión del XXII Congreso eucarístico internacional, celebrado en Madrid hace exactamente un siglo, en 1911. Benedicto XVI se despidió citando a los jóvenes para la misa conclusiva de la Jornada, a la mañana siguiente. Fueron multitud los que decidieron pasar la noche en la explanada.

Queridos amigos:

Os saludo a todos, pero en particular a los jóvenes que me han formulado sus preguntas, y les agradezco la sinceridad con que han planteado sus inquietudes, que expresan en cierto modo el anhelo de todos vosotros por alcanzar algo grande en la vida, algo que os dé plenitud y felicidad.
Pero, ¿cómo puede un joven ser fiel a la fe cristiana y seguir aspirando a grandes ideales en la sociedad actual? En el evangelio que hemos escuchado Jesús nos da una respuesta a esta importante cuestión: "Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor" (Jn 15, 9).
Sí, queridos amigos, Dios nos ama. Esta es la gran verdad de nuestra vida y que da sentido a todo lo demás. No somos fruto de la casualidad o la irracionalidad, sino que en el origen de nuestra existencia hay un proyecto de amor de Dios. Permanecer en su amor significa entonces vivir arraigados en la fe, porque la fe no es la simple aceptación de unas verdades abstractas, sino una relación íntima con Cristo que nos lleva a abrir nuestro corazón a este misterio de amor y a vivir como personas que se saben amadas por Dios. Si permanecéis en el amor de Cristo, arraigados en la fe, encontraréis, aun en medio de contrariedades y sufrimientos, la raíz del gozo y la alegría. La fe no se opone a vuestros ideales más altos; al contrario, los exalta y perfecciona. Queridos jóvenes, no os conforméis con menos que la verdad y el amor, no os conforméis con menos que Cristo.
Precisamente ahora, en que la cultura relativista dominante renuncia y desprecia la búsqueda de la verdad, que es la aspiración más alta del espíritu humano, debemos proponer con coraje y humildad el valor universal de Cristo, como salvador de todos los hombres y fuente de esperanza para nuestra vida. Él, que tomó sobre sí nuestras aflicciones, conoce bien el misterio del dolor humano y muestra su presencia amorosa en todos los que sufren. Estos, a su vez, unidos a la pasión de Cristo, participan muy de cerca en su obra de redención. Además, nuestra atención desinteresada a los enfermos y postergados, siempre será un testimonio humilde y callado del rostro compasivo de Dios.
Queridos amigos, que ninguna adversidad os paralice. No tengáis miedo al mundo, ni al futuro, ni a vuestra debilidad. El Señor os ha otorgado vivir en este momento de la historia, para que gracias a vuestra fe siga resonando su Nombre en toda la tierra.
En esta vigilia de oración, os invito a pedir a Dios que os ayude a descubrir vuestra vocación en la sociedad y en la Iglesia, y a perseverar en ella con alegría y fidelidad. Vale la pena acoger en nuestro interior la llamada de Cristo y seguir con valentía y generosidad el camino que él nos proponga.
A muchos, el Señor los llama al matrimonio, en el que un hombre y una mujer, formando una sola carne (cf. Gn 2, 24), se realizan en una profunda vida de comunión. Es un horizonte luminoso y exigente a la vez. Un proyecto de amor verdadero que se renueva y ahonda cada día compartiendo alegrías y dificultades, y que se caracteriza por una entrega de la totalidad de la persona. Por eso, reconocer la belleza y bondad del matrimonio significa ser conscientes de que solo un ámbito de fidelidad e indisolubilidad, así como de apertura al don divino de la vida, es el adecuado a la grandeza y dignidad del amor matrimonial.
A otros, en cambio, Cristo los llama a seguirlo más de cerca en el sacerdocio o en la vida consagrada. Qué hermoso es saber que Jesús te busca, se fija en ti y con su voz inconfundible te dice también a ti: "¡Sígueme!" (cf. Mc 2, 14).
Queridos jóvenes, para descubrir y seguir fielmente la forma de vida a la que el Señor os llame a cada uno, es indispensable permanecer en su amor como amigos. Y, ¿cómo se mantiene la amistad si no es con el trato frecuente, la conversación, el estar juntos y el compartir ilusiones o pesares? Santa Teresa de Jesús decía que la oración es "tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama" (cf. Libro de la vida, 8).
Os invito, pues, a permanecer ahora en la adoración a Cristo, realmente presente en la Eucaristía. A dialogar con él, a poner ante él vuestras preguntas y a escucharlo. Queridos amigos, yo rezo por vosotros con toda el alma. Os suplico que recéis también por mí. Pidámosle al Señor en esta noche que, atraídos por la belleza de su amor, vivamos siempre fielmente como discípulos suyos. Amén.
Queridos amigos: Gracias por vuestra alegría y resistencia. Vuestra fuerza es mayor que la lluvia. Gracias. El Señor con la lluvia nos ha mandado muchas bendiciones. También con esto sois un ejemplo.
A continuación, el Papa saludó a los jóvenes en francés, inglés, alemán, italiano, portugués y polaco. Queridos jóvenes de lengua francesa, estad orgullosos por haber recibido el don de la fe, que iluminará vuestra vida en todo momento. Apoyaos en la fe de aquellos que están cerca de vosotros, en la fe de la Iglesia. Gracias a la fe estamos cimentados en Cristo. Encontraos con otros para profundizar en ella, participad en la Eucaristía, misterio de la fe por excelencia. Solamente Cristo puede responder a vuestras aspiraciones. Dejaos conquistar por Dios para que vuestra presencia dé a la Iglesia un impulso nuevo. Queridos jóvenes de lengua inglesa, en estos momentos de silencio delante del Santísimo Sacramento, elevemos nuestras mentes y corazones a Jesucristo, el Señor de nuestras vidas y del futuro. Que él derrame su Espíritu sobre nosotros y sobre toda la Iglesia, para que seamos promotores de libertad, reconciliación y paz en todo el mundo.
Queridos jóvenes de lengua alemana. En el fondo, lo que nuestro corazón desea es lo bueno y bello de la vida. No permitáis que vuestros deseos y anhelos caigan en el vacío, antes bien haced que cobren fuerza en Cristo. Él es el cimiento firme, el punto de referencia seguro para una vida plena.
Me dirijo ahora a los jóvenes de lengua italiana. Queridos amigos, esta Vigilia quedará como una experiencia inolvidable en vuestra vida. Conservad la llama que Dios ha encendido en vuestros corazones en esta noche: procurad que no se apague, alimentadla cada día, compartidla con vuestros coetáneos que viven en la oscuridad y buscan una luz para su camino. Gracias. Adiós. Hasta mañana.
Mis queridos amigos de lengua portuguesa, os invito a todos a establecer un diálogo personal con Cristo, exponiéndole las propias dudas y sobre todo escuchándolo. El Señor está aquí y os llama. Jóvenes amigos, vale la pena escuchar en nuestro interior la Palabra de Jesús y caminar siguiendo sus pasos. Pedid al Señor que os ayude a descubrir vuestra vocación en la vida y en la Iglesia, y a perseverar en ella con alegría y fidelidad, sabiendo que él nunca os abandonará ni os traicionará. Él está con nosotros hasta el fin del mundo.
Queridos amigos procedentes de Polonia. Esta vigilia de oración está colmada de la presencia de Cristo.

Seguros de su amor, acercaos a él con la llama de vuestra fe. Él os colmará de su vida. Edificad vuestra vida sobre Cristo y su Evangelio. Os bendigo de corazón.