La invitación del Papa Francisco a 3 millones de jóvenes reunidos en Río de Janeiro en la conclusión de la JMJ
Ha sido un viaje programático el que el Papa Francisco acaba de llevar a cabo en Brasil para participar en la Jornada mundial de la juventud de Río de Janeiro. No planificado por el primer Pontífice americano y latinoamericano, sino desde hacía tiempo fijado por su predecesor, el largo itinerario ha permitido en cambio al obispo de Roma tomado «casi al final del mundo» no sólo regresar a su América Latina, sino también presentarse con un conjunto de gestos y palabras tan claro y coherente como para poder considerarse precisamente como programático.
Normalmente es la primera encíclica de un Papa la que traza las principales preocupaciones e intenciones, y ciertamente la Lumen fidei se puede leer también en este modo.
Pero el documento representa sobre todo la respuesta inédita a una situación sin precedentes como la renuncia de Benedicto XVI. Su sucesor, de hecho, decidió hacer propio, con una auténtica elección de humildad y a la vez de gobierno, un texto casi concluido y que completó personalmente.
Pero el documento representa sobre todo la respuesta inédita a una situación sin precedentes como la renuncia de Benedicto XVI. Su sucesor, de hecho, decidió hacer propio, con una auténtica elección de humildad y a la vez de gobierno, un texto casi concluido y que completó personalmente.
Llegó así una fortísima señal de continuidad que confirma, en la obvia diferencia de las personas, una sintonía y una complementariedad de por sí ya evidentes.
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